Llegó Septiembre, y uno no deja de recordar los poemitas escolares sobre el patrio tricolor, eran tiempos mas ingenuos , mas simples, mas rosados.
Septiembre trae sensaciones mezcladas para mí, por un lado no deja de ser un mes de reflexión, mal que mal somos hijos de una etapa en que Septiembre dejo de ser sólo un mes lleno de olor a empanadas, elevar volantines y reventar petardos (en esa época se podía), cuando fuimos creciendo, este mes numero nueve en el calendario, se volvió un momento triste, lleno de dolorosas verdades que parte de nosotros quizo olvidar, otros pensar que no pasaron y otros recordar y llorar a sus muertos.
Septiembre también son recuerdos infantiles, placeres simples y cotidianos: el desfile, la impajaritable visita de lejos a las ramadas, ver la parada con los abuelos, no sé esas cosas medio fachas e infantiles que a uno le enseñaban que tenian que ver con el amor a la patria y a los símbolos.
Voy a confesar una de esas cosas que a mi me dan verguenza, que se le va a hacer asi es una no mas: no puedo evitar emocionarme cuando escucho los viejos estandartes. Sé que esto debe causar la sorpresa, mas bien la burla de muchos de mis amigos, de mis antiguos compañeros de universidad (bueno de los ultimos me iamgino que no les debe extrañar, siempre me encontraron burguesa y amarilla) y de tantos otros del bloque progresista. Pero no es tan simple la cosa, no tiene que ver con un amor exagerado al uniforme y los botones, tiene que ver con algo conversado con un respetable general hace pocos meses. El ejército era parte de la vida de nuestro país, era parte de nuestros orgullos nacionales, como el Colo, la U para otros, la bandera y la cancion nacional, el mito de las mujeres mas lindas y todas esas cosas, y de repente, ese ejercito vencedor y nunca vencido, ese ejercito del roto chileno, ya no era mas nuestro orgullo, era nuestro verdugo, nuestra pena y un gran vacío. Hoy tengo claro que lo que me emociona es ver esa fractura entre lo que eramos y lo que somos, y lo que me da pena es que la dictadura no tan sólo se llevo tantas vidas y tantos sueños, se llevó tambien nuestros orgullos y nos quitó parte de nuestra alegría.
Ojalá seamos capaces de volver a mirarnos con ojos limpios, que nuestros regimientos ya no huelan a pólvora y sangre, sino que vuelvan a ser parte del alma de Chile. Qué se le va a hacer soy medio cebolla y sentimentaloide, Septiembre me pone así.