jueves, noviembre 30, 2006
A veces, tras florecer, no habra cosecha


Hace tiempo no escribia, la felicidad, a mi al menos, suele hacer que me silencie. Que curioso es el hecho de que cuando estoy triste o confundida necesite siempre hablar. Es tal vez mi modo de sacar aquellas cosas que me rondan y me atormentan.

A veces la primavera llega, y nos llenamos de flores y luces, esperamos el verano, el tiempo de la cosecha, con las manos y el ánimo listo para recoger los frutos de una primavera prodigiosa. Sin embargo, de pronto, la lluvia y otros fenòmenos hacen que veamos poco probable el hecho de lograr la ansiada cosecha. Por qué? porque la naturaleza no siempre responde a nuestros sueños, porque a veces, aunque gastemos las mejores semillas, pongamos nuestro corazon y nuestro espìritu, finalmente, como en el tango, esto es de a dos.

Miro las cosas que forman mi huerto, y lo que antes era suficiente ya no lo es. Los humanos somos seres ambiciosos, los proyectos que había, con tanto amor e ilusión forjado, hacen que hoy día mis pocas flores, carezcan de brillo, la primavera llegó es cierto, pero no quizo quedarse.

El desierto sigue siendo una alternativa viable, o tal vez la única posible.

No quiero hacer jardines denuevo.

Dejar que la maleza colonize todo aquello que con amor preparé, sentarme a esperar que el escarcha mate toda ilusión y todo sueño, dejar de hechar aguita cada día para que nazcan nuevas flores, no sé. Siempre he preferido enfrentar las cosas de golpe, asumir el temporal y dejar que pase la borrazca, para renacer, limpia, nueva, quizás mas fuerte. Valdra la pena abonar la tierra, si los frutos eran para ser compartidos, vale entonces prepararlo todo solo para mí?

Es triste la tarea de arrancar una a una las flores que planté, remitirse a un dia a día eficiente y claro, con la pulcritud opaca del cemento fresco. Tal vez la mejor opción es ponerle concreto a todo y no albergar la esperanza de un jardín radiante, un jardín que a pesar de todo estábamos dispuestos a cuidar, sabiendo del trabajo cotidiano de desmalezar y agregar nuevos rumbos. Pero toda esa explosión de luz valía la pena para compartirla, para sentirse orgullosos de crear, no para sólo ser un gesto individual.

Habrá que dejar que el tiempo diga.

Como buen labrador, encomendarse al de arriba para ver si este año que se inicia el verano traerá frutos y flores , o sólo la belleza extraña, y tantas veces conocida, del desierto y sus colores .

 
posted by Claudia Poveda at 2:22 a. m. ¤ Permalink ¤