Esta tarde, en medio de la nada, de calles polvorientas y el lado feo de nuestro desarrollo, descubrí un milagro.
Sabía que existía, pero mis propias pequeñas miserias me habian llenado el corazón y los ojos, me habían vuelto indiferente y sin darme tiempo de detenerme a mirar. Habia visto, pero no habia mirado.
En medio de la pobreza y la marginalidad de Las Compañías, uno de los sectores populares mas grandes y complejos de La Serena, hace un tiempo ya, se gestaba un milagro: música.
MUSICA, con letras grandes y sonoras, una orquesta de niños, de niñas, morenos, llenos de sueños, llenos de ilusiones, peleando codo a codo, día a día, con la desesperanza y la adversidad.
Niños que con sus manos y sus cuerpos arrancan sonidos a los instrumentos y nos llevan en un viaje mágico y maravilloso, nos llevan por caminos de emoción y luz.
Ahi en medio de aquel prodigio, me di cuenta, que todo es posible.
Me di cuenta que aun queda tanto, tanto, tanto, que hacer.
Que no me fui del mundo, que siempre he estado en él.
Que todo tiene sentido.
Que yo puedo.
Que yo debo.
Que siempre he sido mas fuerte, que nada hay que duela ya.
Que estoy viva.
Que tengo derecho a soñar.
Que tengo la obligación de ayudar.
Que hay demasiadas cosas para estar alegre, que a pesar de todo estoy alegre, que mi corazón late, que mis ojos ven, que no soy un desierto, que no estoy yerma.
Que soy yo mi propio milagro.
Que volveré a florecer, pronto, aún antes que el desierto florido.
Que esta ultima frase no es una convicción, es mas bien constatar una verdad tan grande como que afuera hay viento y una noche estrellada.
Si, soy mas feliz de lo que esperaba, estoy mas viva de lo que creía, tengo mas luz tal vez de la que merezco.
Nada era tan importante.